¿Do you remember? Una sencilla pregunta con la que arranca una de las canciones más bonitas de los años 80 sirve para recordar en su treinta aniversario el álbum que elevó al olimpo de los grandes a la banda británica Marillion. Su tercer disco resucitó el rock progresivo como un éxito de masas al que contribuyó en gran manera la deliciosa Kayleigh, su cima en las listas de ventas. En la memoria resonaban de nuevo Génesis, Yes

Sin duda, Tolkien y su saga de elfos y orcos ha influido de forma apabullante en casi todos los géneros del rock de finales del siglo XX. Para bien y para mal. Incluso para peor como demostraron en Eurovisión los heavys de Lordi, que encima ganaron. Para lo mejor surgió Marillion, a la que quitaron el ‘Sil’ que figuraba en su nombre original para evitar conflictos con los derechos de autor. Música, pues, para la fantasía.

Como bien saben los fieles seguidores del grupo británico, Misplaced Chilhood pertenece a la primera época de la banda, con Fish tras los micrófonos con sus letras oscuras escondidas tras una melodiosa garganta clónica de Peter Gabriel y una desmedida afición a beberse todo lo que pillara por delante. En teoría los mejores años pese a que su sustituto, Steve Hogarth, ha mantenido el listón.


La clave está en el único miembro que mantiene la llama original, el guitarrista Steve Rothery, la antítesis de la estrella del rock, un auténtico ‘currante’ de las seis cuerdas perfectamente integrado en la atmósfera de los sintetizadores que, sobre todo en los 80, dominaban el sonido progresivo. Sin embargo, él es quien sostiene el esqueleto y da la ‘nota’ en prácticamente todas las canciones del grupo, no sólo en el aclamado Misplaced Chilhood. Junto a él, monstruos como el percusionista Ian Mosley completan un equipo de lujo que suena como un reloj. Un hombre discreto cuyo único disco en solitario, instrumental por supuesto, tuvo que esperar hasta 2014.


Una ‘nota’ que siempre suena distinta. El talento de Rothery consiste, según sus colegas de oficio, en utilizar la guitarra como una herramienta multiuso, siempre experimentando sin que se note, haciendo que parezca fácil lo que no lo es gracias a una tecnología en continua renovación. Que lo suyo es mirar al futuro mantiene a Marillion en la carretera, aunque ya sea como grupo de culto. Fueron de los primeros en el uso de internet y de las redes sociales para alimentar el vínculo con sus fans y hasta en producir algunos de sus discos -Anoraknophobia (2001), Marbles (2004)- gracias a un incipiente crowfunding. De eso hace 15 años.


En Misplaced ChildhoodRothery pone el contrapunto a las letras lisérgicas de Fish sobre su infancia con solos luminosos como el que lleva al climax a otro de sus éxitos, Lavender, en el que el piano in crescendo de Mark Kelly da paso a su guitarra. Y si se quiere hurgar en su técnica basta con una escucha de Childhood’s end? en el que se marca un auténtico recital.
 




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