Tokyo Dome Live In Concert
Van Halen
El problema de este disco es que los fans de
Van Halen teníamos tantas ganas de tener de nuevo a David Lee Roth sobre el
escenario que estamos dispuestos a perdonarlo todo. Incluso que su voz –tiene
60 años- ya no sea la misma o que en 2015 nos vendan una actuación de dos años antes
en vez de pasar de nuevo por el estudio . Lo que queríamos era volver a
escuchar aquellos temas de su primera época que los convirtieron en leyenda por
mucho que le duela al resentido de Samy Hagar, que lo está a tenor de sus
declaraciones de hace sólo un par de meses al salir al mercado el nuevo trabajo
de su ex banda.
Otra novedad está en el bajo, ahora propiedad
del mismísimo hijo de Eddie Van Halen, Wolfang, que sustituye a Michael Anthony
tras marcharse con la banda de Hagar. Se le echa de menos pero obviamente el
vástago del guitarrista está muy bien enseñado. Alex, por supuesto, sigue
sentado tras la batería y todo queda en casa.
Lo de Diamond
Dave es fundamental porque su imagen era la que acompañaba con aquellos
saltos prodigiosos que ya ni intenta a ese sonido de guitarra que elevaría la
potencia del instrumento a niveles nunca vistos. El heavy metal cambió para
siempre al mismo tiempo que la púa de Eddie Van Halen arrancaba a las cuerdas
auténtica electricidad y hacía real lo de ‘pesado’. Aquí obviamente es donde
toca recordar la formación clásica de ambos hermanos.
Roth es ante todo un showman en un concierto
de heavy metal. En Tokyo desde luego no tuvo su mejor noche, apenas canta, casi
recita y mejor no entrar en detalles sobre todo si se opta por el formato en
DVD. En cuanto a los coros que tanto destacan en el estilo de Van Halen,
literalmente son horrorosos. Quizá sea por la ausencia de Anthony como afirman
los puristas.
El protagonista era Edward Lodewijk Van Halen,
catalogado en las enciclopedias como uno de los diez mejores guitarristas del
rock, maestro del ‘tapping’, la técnica de pulsar las cuerdas sobre el mástil
con los dedos de la mano que sostiene la púa y conocido aficionado a tunear su
instrumento. Esa noche se trataba de demostrar que al menos él sigue siendo el
mismo y su guitarra también.
Prueba superada. El monstruo sigue en buena
forma. Da la sensación, además, de que quería grabar este concierto para
reivindicarse, para que el mundo se enterase a golpe de decibelios de que sigue
vivo, de que el cáncer no ha paralizado sus dedos. El repertorio elegido parece
hecho a propósito para este fin con la excusa del regreso de Roth: gran parte
de su disco de debut (1978), un pedazo del Woman
& Children first… y joyas de los que ha grabado el cantante incluido el de su
regreso tres décadas después, A different
kind of truth. Del resto casi ni un acorde, pero nadie parecía echarlo
mucho de menos.
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