Carvin Jones Band
Un hombre y su Stratocaster
por Massimo D'Angelo
A
un mes del comienzo del verano, Madrid emana todo su esplendor. El cielo no
puede ser de un azul más intenso, el sol hace brillar cualquier cosa: los
coches (sean nuevos o viejos es indiferente), los antiguos edificios, las hojas
de mil verdes distintos de los árboles, las flores que con descaro miran desde
los balcones qué pasa por las calles, los dorados hombros al descubierto (por
fin) de las chicas autóctonas.
Estamos en una pequeña calle del céntrico barrio de Salamanca, el distrito
'noble' de la capital. Tenemos cita con Carvin Jones, su banda (Mike
Califano al bajo y Gianpaolo Feola, batería, sus alas desde hace 8
años) y su manager español, Álvaro Vidal, que todo lo hace más fácil.
Hemos quedado en el hotel a media mañana, pero Carvin necesita picar
algo antes de ir corriendo al sound check en la Sala Clamores donde esa
misma noche se prevé un no hay billetes, como siempre pasa cuando Carvin pisa
España.
La Taberna Picote, justo en frente del pequeño hotel, nos acoge y la
dueña nos reserva una tranquila esquina. Allí somos un extraño melting pot
italo-estadounidense-español y hambriento. Nosotros, del alimento musical de
quien un día fue definido por Eric Clapton como uno de los mejores
guitarristas blues del momento, una montaña negra de casi dos metros,
con voz profunda. Jones, en realidad, esta mañana tiene ganas de sólo dos
cosas: devorar, una tras otra, dos raciones de alitas de pollo frito y subirse
luego al escenario.
Fuera de las tablas, Carvin Jones es más tímido de lo que parece, sobre
todo al comienzo de nuestra charla. Pero se emociona cuando recuerda sus
comienzos en Arizona y sus primeros éxitos en Reino Unido, hace unos 15 ó 16
años. Llegaron a llamarle allí 'el Rey de las cuerdas': "no estaba
mal, era bueno y me sentía importante", dice. A lo largo de la entrevista
se suelta, nos habla mucho de lo que representa para él subirse a un escenario.
Cada vez que enchufa el ampli ante la audiencia, una muesca imaginaria en su
guitarra le deja un recuerdo indeleble, aunque ha perdido la cuenta de los
miles de veces que ha sudado su música en vivo: mirar a la gente, tocar,
improvisar, intentar enseñar a su público lo que quiere decir tener alma
bluesera...
GUITARS EXCHANGE: Empezaste a tocar con 8 años…¿por qué la guitarra? ¿Fue por el sonido o por
la admiración por alguien en special que te hizo enchufar la guitarra a un
ampli?
Carvin Jones (C.J.): Vi a B.B. King
en la tele…y dije “Wow, ¡tengo que tocar la guitarra!”
G.E.: ¿Podrías definir el ‘Carvin Jones Sound’ en tres palabras? ¿Cómo
lo consigues?
C.J.: Tono,
control, alma: es lo único que necesitas.
G.E.: ¿Podrías decirnos algún truco para conseguir un sonido blues perfecto?
C.J.: Un ampli Fender y una Stratocaster, es todo lo que hace falta. En
realidad, un verdadero bluesman tiene que tener algo de blues en su vida…esta
es la realidad. Hasta que no tienes el blues en tu vida, es muy difícil que
salga de tu alma.
G.E.: Cuéntanos algo sobre tu personal proceso creativo.
C.J.: Cada momento es importante porque
nunca sabes cuándo te llega…
G.E.: ¿Cuánto ‘pesan’ los textos y las partes cantadas en tus canciones?
C.J.: Los textos son importantes…mucha gente ya
entiende el Inglés.
G.E.: Has dado miles de conciertos y bolos en los últimos años…¿qué
sientes cuando estás en frente del público? ¿Cuándo nace la satisfacción, antes
o después de un espectáculo?
C.J.:
Cuando toco frente al público me digo
“¡Voy a ‘romper’…voy a ‘matar’!”. Quiero que la gente ame a Carvin Jones cuando
se acabe el espectáculo. No voy en búsqueda de amor personal, sino quiero que
la gente sepa que soy una fuerza con la que contar.
G.E.: ¿Cuál es la emoción que
tiene una sesión en el estudio de grabación y que le falta a un directo?
C.J.:
Estoy feliz de meterme en un estudio
porqué allí puedo crear todo lo que luego tocaré en vivo.
G.E.: Hablando de sentimientos, ¿cuál es el recorrido? ¿Los buscas
cuando estás tocando o los tienes dentro y los dejas salir?
C.J.: Dejo que salgan…
G.E.: ¿Cuántas guitarras tienes?
C.J.: Tengo unas 22 guitarras. Muchas
Stratocaster…17 creo. Una Telecaster y alguna acústica.
G.E.: ¿Cuál es la más antigua?
C.J.: Una Strato del ’62. Cuando estoy viajando
por el mundo de gira, la Strat del ’62 es la única que me llevo. Las otras se
quedan en casa…quizás las esté tocando mi hijo. Él también prefiere las Fender.
G.E.: ¿Sigues comprando guitarras? ¿Dónde las compras?
C.J.:
Ya no compro…tengo demasiadas. Solía
comprar guitarras por el mundo…sobretodo en pequeñas tiendas. Nuevas o
usadas…aunque las guitarras de segunda mano, para mi, son mejores. Son como
zapatos que ya se han amoldado y ablandado…
G.E.: ¿Actualmente tienes la guitarra ‘perfecta’ o aún la estás
buscando?
C.J.: La tengo: mi Strato blanca y negra del ’62.
Me la regaló hace 15 años un amigo mío en el norte de Inglaterra. Pero también
pienso en la nueva ‘Carvin Jones Signature…un sueño. Obviamente se trata de una
Stratocaster: cuerpo negro, golpeador negro con oro en todas partes: mecánicas,
pastillas…
G.E.: Siempre estás con una Strat entre manos…¿existe un lugar o un
momento en tu vida para algo ‘acústico’? ¿Cuándo y dónde?
C.J.: Tengo una Fender acústica y una Ibanez. Las
suelo tocar en casa. Casi nunca en vivo.
G.E.: Vimos a Hendrix con Stratocaster, claro, pero también con Gibson
SG, Les Paul, Flying V… Si tu Strat estuviera ardiendo en llamas, ¿qué otro
modelo cogerías para salir al escenario?
C.J.:
Una Fender Telecaster…como Albert
Collins.
G.E.: Cuando eras un niño, la guitarra evitó que te metieras en líos:
pasabas el tiempo en casa a tocar. ¿Qué representa para ti ahora tocar la
guitarra?
C.J.: La guitarra me sigue alejando de problemas…
G.E.: ¿Practicar a diario es importante?
C.J.: Cada día y cada noche…es muy importante. Es
lo único que podemos hacer.
G.E.: Hablando en porcentajes, ¿qué peso tiene la improvisación en un
espectáculo en vivo?
C.J.: La imrpovisación lo es todo: tienes que
saber improvisar siempre, si quieres ser natural. Pero mucho depende también
del público y de lo que te transmite en ese instante.
G.E.: En el septiembre del 1966 Hendrix aceptó ir a Inglaterra con su manager
–Chas Chandler– a una condición: que le presentasen a Jeff Beck y
Eric Clapton. ¿Actualmente con qué guitarristas tu gustaría tocar?
C.J.: Me gustaría tocar con el mismo Hendrix, con Steve Ray Vaughan, Albert
King. También con Walter Trout…ha conseguido un nuevo hígado. Es un bluesman
famoso en Estados Unidos, tienen unos 60 años…padecía cáncer, pero gracias al
trasplante ahora está bien. Me gustaría tocar con Bonamassa también: él es como
el Bill Gates del blues moderno, pero toca también Rock and Roll.
G.E.: Has conesguido llegar a un nivel muy alto…tan alto que la mayor
parte de los guitarristas ni siquiera podrían soñar con él: la revista
Guitarist (la biblia!) te considera uno de los 50 mejores en el mundo.
Estrellas como Albert Collins, Eric Clapton, Buddy
Miles, entre otros, hablan muy bien de ti y de tu estilo. ¿Crees que aún
tiene salgo que aprender? ¿De qué manera experimentas? ¿Nueva equipación o
nuevas técnicas?
C.J.:
Técnica…equipación…sí, pero la clave de
todo es que tienes que estar bien con tu corazón…y ser feliz. Esto es lo más
importante. Y por supuesto tienes que tener buena salud: nunca bebí alchol ni
fumé un cigarro en mi vida, por ejemplo.
G.E.: ¿Cuáles son tus
influencias?
C.J.: Nunca adivinarías mis influencias
musicales. Por supuesto B.B. King,
Hendrix, Steve Ray Vaughan pero…voy a contart algo que te va a dejar
impactado: Eminem y 50Cent…su manera de pavonearse, la
manera de moverse: es complicado, pero grandioso! Los últimos 4 conciertos a
los que fui fueron los de Eminem y 50Cent. Sabes, es importante, para
entretener al público, tener esa confianza en el escenario. Otro personaje
que ha influido mucho en mi estilo y en mi carrera musical es…: Hulk
Hogan! Tiene un carisma increíble. Aprendí mucho sobre tener personalidad
en un escenario simplemente mirándole. Por eso la Carvin Jones Band es
famosa: por su personalidad. Entenderás lo que te estoy diciendo esta noche en
el concierto…mientras toco la guitarra y bajo entre la gente. Me gustaría
romper la camiseta como Hulk Hogan, pero antes necesitaría algo de gimnasia… [se ríe]
G.E.: ¿Qué disco llevarías en
un viaje a la luna?
C.J.: Voy a sorprenderte una vez más…Purple
Rain de Prince. Es
posible que toquemos Purple Rain esta noche.
G.E.: ¿Tus próximos pasos? ¿Algún deseo?
C.J.: Quiero seguir…sólo seguir. No
hay futuro, sólo seguir adelante.
Dejamos que Carvin se asee las manos tras dar cuenta del pollo frito y
le entregamos una Fender Stratocaster lite Ash para que nos la firme (lo
que no hará antes de acariciar sus trastes, como quien frota la herrumbre
dorada de una lámpara maravillosa llena de deseos), e intercambiamos dos
palabras con Gianpaolo Feola, su asombroso batería napolitano. Nos habla
de la relación que tiene con Jones, al que conoció hace casi diez años. "Compatibilidad
de carácter y amor por la música" son los ingredientes de esta mezcla
que hizo que este power trio funcionara. "De la música puedes vivir, si
te lo crees y lo luchas día tras día". "¿Dónde me veo dentro
de 20 años? No sé... mi preocupación cada día es hacer bien mi trabajo, tocar y
dar un buen espectáculo. Que la gente se divierta y que les haya merecido la
pena pagar por vernos y escucharnos".
Han dado unas cuantas vueltas por Europa en los últimos 8 años, noche a noche,
tronando mil garitos, aunque recuerda que tocar antes las tropas americanas
destinadas en Irak, en el año 2012, fue una experiencia inolvidable. Recuerda,
sobre todo, las caras de felicidad de la marea de chavales en traje mimético
que durante un par de horas lograron olvidarse de estar lejos de casa y metidos
en un conflicto donde cada día ponían en riesgo su vida, sus sueños, su mañana.
Gianpaolo nos dice de Carvin que habla demasiado y que es algo
impuntual pero le reconoce los méritos de ser un gran artista y un trabajador
infatigable, de un modo especial a la hora de organizar los tours. No hay nada
que le guste más que subir a un escenario, por pequeño que sea, enchufar su Startocaster
del '62, la que tiene la clavija del B sin uno de los dos tornillos
y a punto de saltar por los aires, y dar salida a ese río de blues y rock
que lleva en las venas siempre a punto de estallar.
Acudimos al concierto por la noche. El atento Álvaro Vidal nos tenía
reservada una mesa privilegiada en una Sala Clamores, que está a punto
de reventar. Nos espera una hora larga de blues, pero se nos hace cortísima: Carvin
es un animal del directo, nació para eso. En el pequeño escenario de la
sala madrileña no destacan sus dos metros, sino su habilidad natural a la seis
cuerdas...
Bajo un gorro estilo SRV y con una chaqueta de lentejuelas, Carvin Jones
no borra la sonrisa de la cara un segundo y entendemos que es porque se le han
concedido sus deseos y se siente un poco Hulk Hogan, Eminem y 50cent: porque
Carvin es blues puro a través de su Strato del '62, su ampli Fender y todo su
cuerpo. No para de mirar a su público entregado y emotivamente feliz. Las manos
de todos se van hacia el cielo: si existiera una iglesia del blues, Jones sería
uno de sus pastores. De los que se conocen el nombre de los fieles, sus anhelos
y sus pecados.
Como en todo, hay jerarquías... y en esta religión de sudor entregado y callos
sobre la madera hay un papa, unos pocos cardinales y obispos. B.B. King, Clapton,
Steve Ray Vaughan, Robert Johnson, Rory Gallagher, Peter Green, Buddy Guy,
Muddy Waters, Albert King... Ellos son la curia, pero aquí hablamos de otra
cosa: hablamos de un predicador de una pequeña iglesia de suburbios, un
catequizador cercano, quizá uno de los mejores en estos tiempos, que no busca
convertir a los infieles o redimir las faltas de nadie. Carvin es un predicador
honesto, que no engaña, sencillo, de los que enseña el camino con el ejemplo.
Un camino que lleva al blues, pasando por el alma. Sin alma no hay blues.
Jones nos dedica la última canción del setlist y antes de soltar los últimos
acordes y solos nos pregunta, a gritos desde el micrófono y los altavoces:
"¿Lo entendéis ahora? ¿Lo entendéis?". Sí, Carvin, nos has dado todas
las claves: música, alma y corazón clavados en la madera de tu Stratocaster del
'62.