Rick Kelly
Los huesos de Nueva York
por Ketar
¿Qué tienen en común Lou Reed,
Walter Becker, Bill Frisell, Bob Dylan,
Patti Smith, Marc Ribot y Lenny Kaye?
¿Qué une a este puñado de nobles señores del Rock a un famoso Hotel de
Manhattan, el Chelsea, así como al
igualmente famoso pub de la ciudad, el Chumley’s?
No…no contestéis que eran simples clientes: tal vez lo fueron, claro,
pero este no es el punto. Además, ambos lugares ya están cerrados: medio demolidos,
a la espera de renacer de sus gloriosas cenizas. ¿Y qué tienen que ver con todo
esto los que algunos llaman ‘los huesos
de Nueva York’? ¿Y quién es ese hombre que merodea los escombros y los
patios de las antiguas casas demolidas de la ciudad?
El secreto de este pequeño misterio todo neoyorquino, sobre el que Woody Allen estaría más que encantado
de rodar una película, está en una pequeña tienda del West Village, en el 42 de
Carmine Street. Llegad hasta allí, entrad en la penumbra: puede ser que a
daros la bienvenida sea una vieja y elegante señora de modales gentiles.
Descubriréis que se trata de la anciana madre del señor que se pasea
por las obras de viejos edificios. Descubriréis que, en la trastienda de ese
pequeño comercio, se encuentran los ‘huesos
de Nueva York’.
El hombre se llama Rick Kelly
y, contra toda razonable sospecha, no es un asesino en serie. Los que él llama,
sin exagerar, los ‘huesos de Nueva York’
, de verdad se encuentran en la parte posterior de su tienda, apilados,
meticulosamente ordenados, numerados y firmados con cuidado: son las vigas de
más de un siglo de edad que Rick ha
ido acumulando paseándose por los edificios más antiguos de la ciudad, que poco
a poco demolían, entre los que se encuentran, precisamente, el Chelsea y el Chumley’s.
Con esas extraordinarias tablas, que han sido sometidas a una
maravillosa crianza natural, en ambiente seco y controlado, Rick Kelly construye las más increíbles
guitarras eléctricas que se puedan imaginar. Guitarras que, según dice él mismo,
así como muchos de sus clientes –algunos tan ilustres como los que hemos citado
al principio-, tienen un sonido único: porque están hechas de maderas cortadas más
de cien o hasta ciento cincuenta años antes de que se imaginara la primera
guitarra eléctrica.
Es evidente que Kelly,
quien construye guitarras desde los años ’70, no esconde ni enmascara la edad
de esas maderas: de hecho la exalta.
Si desde el punto de vista de la
construcción y conceptual este gentil caballero no inventa nada, sino que
mantiene las reglas dictadas por Leo
Fender de manera bastante estricta, desde el punto de vista de sus elecciones
estéticas su intención es la de valorizar en todos sus aspectos ese maravilloso
material que se encuentra entre sus manos. Y si de una viga de pino blanco
nacerá el cuerpo de una Telecaster,
ese mismo cuerpo denunciará toda su noble y venerable origen, enseñando los
nodos de la madera, las grietas y los agujeros dejados por los calvos.
Más ‘vintage’ que el mismo ‘vintage’, las guitarras de Kelly –que a menudo tienen mástiles de
gran tamaño (los llaman ‘baseball bats’,
bates de béisball) hechos con maderas tan estables que hasta permiten no llevar
‘truss rod’ (el alma de metal que
atraviesa el mástil a lo largo para estabilizarlo) y así aumentar su sonoridad
– tienen algo primitivo, tan original como el pecado.
Pero suenan como deben. “Es el misterio de las moléculas”, dice Kelly, “su capacidad de vibrar mejor
que cualquier otra madera”. Es el resultado de una crianza perfecta que ha
llevado esas maderas de las forestas de Adirondacks
a convertirse, doscientos años más tarde, en el material con el que construir
guitarras excepcionales.
La lista de espera para conseguir una es larga, parece. Pero mientras
tanto, si queréis saber como suenan, simplemente preguntad a uno de los señores que hemos mencionado al
principio: ellos tienen una Kelly y
saben cómo suena.
Web oficial de Rick Kelly: www.kellyguitars.com