La ceremonia del Santo Grial

por Massimo D'Angelo

En Noviembre de 1989, Berlín oriental cruzó el umbral de Brandeburgo y se unió legítimamente a su media manzana del pecado del oeste. En las bodas de plata de este Berlín libre, nos alojamos en el espectacular Hotel Estrel, templo que aloja en su santísimo el Holy Grail Guitar Show, primer encuentro organizado por la European Guitar Builders (EGB, asociación europea de luthiers).

Más de un centenar de artesanos de las seis cuerdas y la madera, celestinas del rock cada uno a su modo, se han reunido aquí para mostrar sus obras, sus alcahueteos arriesgados... sus experimentaciones que van mucho más allá de las formas y las tecnologías de esas marcas que ya conocemos casi a la perfección.
Ya en el primer momento tenemos la clara sensación que este encuentro es algo más. Se respira un aire alegre, hay mucha curiosidad también por parte de los artistas participantes y no sólo por quién ha acudido para curiosear. Durante la cena de inauguración, la noche anterior, el luthier suizo Daniel Meier, padre de una locura de seis cuerdas, que en realidad son doce, y que bautizó como ‘Galileo’, nos lo había confirmado: “Espero sorprender con mi última creación, pero sobre todo espero aprender mucho: aquí están los mejores luthiers del mundo y en el fondo somos todos eternos aprendices”.

Aprender...en los dos días que dura la ceremonia, es difícil hallar las palabras que definan tanto talento: es impresionante la cantidad de modelos, de formas y materiales, de colores, de técnicas utilizadas en la construcción de instrumentos que no dejan de sorprender. No hace falta ser amante de las guitarras para darse cuenta de que paseamos entre verdaderos artistas, aventureros y exploradores. La creatividad se respira y, como si no fuera suficiente, la organización ha previsto una intensa agenda de charlas y conciertos demostrativos, además de diferentes salas insonorizadas donde tener un vis a vis con cada joya que pique la curiosidad de quien busca pareja de rock.

Le robamos unos minutos a Michael Spalt, un talentoso luthier austriaco y sumo sacerdote del Santo Grial...es decir, presidente de la EGB. Con un pasado de 25 años en Estados Unidos, nos recibe entre sus creaciones con un cappuccino caliente, y un tan perfecto italiano como amable disponibilidad:

GUITARS EXCHANGE: ¿Cómo nace la EGB y con qué fines?
MICHAEL SPALT: Es una asociación de luthiers. Concretamente, la idea salió de mi experiencia en los Estados Unidos, dónde hay una comunidad de luthiers bastante fuerte. Y aquí, en Europa, viene motivada también de la barrera nacional: no sabía qué estarían haciendo los franceses, por ejemplo, y viceversa. Queríamos hallar la manera de comunicar en Europa.
Tenemos más de cien luthiers inscritos en la asociación. Al inicio de todo, nació como un viejo gremio: EGB era un instrumento para fijar las bases legales para estipular contratos colectivos y cosas por el estilo. Rápidamente, nos dimos cuenta de que había que organizar un evento, un show, pero mantenerlo separado de la propia organización. Porque la asociación desarrolla funciones muy importantes también para la comunidad de luthiers que no tienen nada a que ver con el show. Son dos ámbitos distintos. 
EGB funciona como una red de información para temas políticos, por ejemplo, relacionados con las cuestiones ligadas a la madera, su protección o importación…Toda esa legislación cambia mucho, es fascinante. Ahora, la Unión Europea está estudiando una especie de pasaporte para instrumentos musicales, donde se definen los orígenes de las maderas utilizadas. Nosotros, como luthiers, necesitamos esos inputs…pero el problema es que los agentes aduaneros no saben nada de esto: para los músicos que viajan mucho es un problema. El pasaporte identificará el instrumento sin más problemas. Aunque parece que quieren que se renueve cada tres años…una estupidez, sólo para sacar pasta al asunto.

G.E.: Entre la comunidad de guitarristas y el mundo de los luthiers existe un muro… O ésta es la sensación…
M.S.: Éste es un punto central. Yo tuve una tienda en Los Ángeles en la que hacía reparaciones. Había muchísimas guitarras en las paredes, tanto ‘convencionales' (Les Paul, Stratocaster, etc.) como 'originales', hechas por lutieres. El efecto de las grandes marcas en los clientes es lo que yo llamo ‘tunnel vision’… de repente no veían nada más. Las grandes marcas gastan millones en publicidad, hasta pagan a músicos para que sólo suenen sus guitarras. 
Mira...Yo tenía un músico muy famoso entre mis clientes; y un día, después de un concierto, le pregunté por qué nunca se subía al escenario con mi guitarra. Me dijo que todos sus discos estaban grabados con la guitarra que le hice, que era su favorita, por el sonido, por las sensaciones que le transmitía. Pero que si se subía a un escenario con esa guitarra, el público miraría más a la guitarra que al guitarrista.
Construí un par de guitarras híbridas, madera y aluminio…nadie las tocaba. Pero un día fabriqué bajos con esa misma técnica, con la que se genera un sonido y sustain preciosos. Uno de nuestros eslogan era ‘Si tocas este bajo, todos te mirarán’. Y efectivamente, un día vino a la tienda un bajista famoso y me pidió que cambiarala frase: “El cantante se cabrea, el guitarrista también… ¡no quieren que el público me mire a mí!”, me dijo.
Es un universo algo raro el nuestro.

G.E.: ¿Cómo nació la idea de The Holy Grail Guitar Show?
M.S.: Éramos 20 luthiers cuando empezamos en 2013. Una revista del sector nos ofreció ser el organizador y prescriptor de The Holy Grail Guitar Show. Nuestra respuesta fue un rotundo “no”. Nos dijeron que sin su apoyo hubiese sido como no existir…
no podemos pagar publicidad en esas revistas, pero eso ya lo hacen sus lectores cuando vienen y nos compran... Lectores hartos de ver siempre las mismas cosas de las mismas marcas. Sí, luthiers y medios nos necesitamos, porque los viejos modelos ya no sirven, pero nos necesitamos recíprocamente. Mira, la Feria de Frankfurt (Musikmesse) ya no es lo que era. Ésta es distinta. Nosotros decidimos a quién invitar.
Es como una guitarra: no es la forma, sino como se le ha dado, la diferencia entre un modelo industrial y otro artesanal, hecha por un ser humano.
Aquí están las personas y las guitarras que hacen: la comunicación entre quién hace y quien toca es muy importante… Aquí estamos en otro nivel. No estamos hablando de entrar en una tienda, tocar un poco y comprar una guitarra. Aquí hay mucho más, hay toda una manera de vivir. Si compras una guitarra echa por un lutier es otro discurso, también en lo cultural, social y económico. Muy distinto a comprar una de una major americana que además se fabrica en Indonesia o así...

G.E.: Industrial y artesanal. Diferentes culturas. ¿Sólo es una cuestión de business?
M.S.: El conflicto central entre la artesanía y el mundo industrial es que casi ningún luthier se hace rico. Pero hace tiempo, cuando se crearon estos instrumentos, los que los hacían, como Leo Fender o Ted McCarty, lo hacían por pasión. Lo que cambió al final de los ’60 y luego en los ’70 es el modelo de negocio. De repente, no estaban allí para confeccionar el producto perfecto sino para aumentar sus ganancias.
¿Y esos coches fabulosos de los ’50 o ’60? ¿Cómo pudieron cambiar tanto? ¿Cómo pudieron acostumbrar a los clientes a un cambio así? Hubo años en los que todo se hacía tan mal… Aún hoy ves por las calles coches de los ’50 o ’60. O los de hoy. Ya nos ves ninguno de los que se produjeron entremedias: estaban tan mal hechos, no funcionaban… ¡eran tan feos!
Con las guitarras pasó lo mismo. Es la esquizofrenia que vivimos hoy en día…el mundo se derrumba. ¡Ya se le ven los límites!


Empezamos a pensar que el termino ‘guitarra’, aquí por The Holy Grail Guitar Show, puede que se quede corto. Es justo aquí dónde se pierden esos límites de los que nos hablaba Michael, en estas salas llenas de ideas y riesgo, donde el arte toma formas diversas, donde las siete notas encuentran infinitas maneras para materializarse entre maderas y metales, rectas líneas y curvas sexy. El show anual de EGB rebasa sus propios límites físicos, sólo se puede desbordar en los próximos años. Pero antes, habrá que encargar a algún artista de por aquí una seis cuerdas...o doce. Derrumbamos el muro invisible entre guitarrista y luthier: quién mejor que el artesano puede interpretar un deseo, acariciarte la guitarra perfecta, ver tu música, paladear tu gusto, entregarte ante el altar del santo grial a tu legítima compañera.  


PD. Nuestro agradecimiento especial para Tania Spalt (EGB Membership Coordination) y Alice Léonard-Pons (EGB, Press Coordination) y por su disponibilidad y simpatía.

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